lunes, 26 de abril de 2010

LOS GRUPOS PEQUEÑOS EN LA TRADICION WESLEYANA


WESLEY Y EL TRABAJO EN GRUPOS PEQUEÑOS


El avivamiento metodista tomó una forma concreta cuando Juan Wesley, a
partir de 1742, organizó a los convertidos en grupos -que llamó “sociedades",
“reuniones de clase” y “bandas”- donde buscaban conservar su fe, su nueva forma de vida, y mantenerse en el camino hacia la santidad. A diferencia de G. Whitefield, cuya predicación movió a miles de personas, aunque sin promover una estructura para alimentar espiritualmente a los nuevos conversos, J. Wesley organizó a los nuevos discípulos para crecer en la vida de santidad.
En este sentido, fue un verdadero precursor de la misión a través de los grupos
pequeños. Hacia fines del siglo XVIII, el metodismo había desarrollado más de
10.000 de estos grupos, a los que llamó “reuniones de clase”. Estas agrupaciones
integraban las sociedades metodistas, sirviendo en el desarrollo del metodismo
primitivo como la herramienta por excelencia para el discipulado. Utilizando este
instrumento, Wesley promovió la evangelización que llevó a una rápida y notoria
multiplicación.
La metodología consistía en una predicación al aire libre y la posterior invitación a que las personas se unieran a una “clase”. Inmediatamente después de la predicación evangelística se integraba a los interesados en nuevas o ya existentes
“reuniones de clase” donde iniciaban el discipulado. Las “reuniones de clase” eran
grupos de aproximadamente doce personas que se reunían semanalmente con un líder laico para facilitar la formación espiritual y doctrinal de los nuevos conversos, el ejercicio de una disciplina colectiva, el cuidado pastoral de los miembros. Wesley estaba convencido de que un nuevo creyente no había hecho una decisión efectiva por Jesucristo hasta que no se involucraba en un grupo pequeño. (Amestoy 2006, 4).
¿Hay “vida” después de la conversión? o cómo ser discípulo de Cristo sin “morir” en el intento Juan Wesley veía que en la historia del cristianismo, el crecimiento en el discipulado, tanto para buscar a Dios como para nutrirse y crecer en la fe, radicaba en una cantidad de hábitos mediante los cuales los creyentes se abrían como canales a la Gracia de Dios. Por ello, Wesley los llamó “medios de gracia” e instó a los metodistas a hacer uso de ellos con frecuencia.

Wesley tenía gran confianza en esas actividades de la Iglesia que eran
instituidas para promover el crecimiento espiritual –“medios de gracia”-: comunión,
bautismo, lectura y estudio de la Palabra, oración (privada, familiar o pública),
predicación, culto público a Dios, conferencia o conversación cristiana, confesión y
ayuno. Wesley agregó su propia lista de “medios prudenciales” los que
fundamentalmente eran las experiencias grupales.
Él creía que esas actividades eran mecanismos que situaban a las personas en contacto con el poder dinámico de la Gracia de Dios. Como anglicano que era, siempre afirmaba que la Gracia divina era el agente de cambio, pero que las actividades de devoción permitían que la Gracia se efectivizase en la vida de la gente.
El entendía que la santificación se da comunitariamente, participando en los
“medios de gracia”. En su prefacio al Himnario de 1739, Wesley dice: “’Santos
solitarios’ es una frase no más coherente con el Evangelio que adúlteros santos. El Evangelio de Cristo no conoce otra religión que la social, ninguna santidad, sino la santidad social”. (Henderson 1997, 167)
Por ello es que insistía: “Dondequiera que haya un avivamiento, hará bien en
reunir a ellos inmediatamente. Pero yo no aconsejo que usted vaya demasiado
rápido...” (Works, Vol.13, pg. 71) En el curso de una gira de predicación, Wesley
anota en su Diario: “Me convencí más que nunca que predicar como un apóstol sin
reunir a los que son despertados y guiarlos en los caminos de Dios es sólo engendrar hijos para un asesino.” (Journal, V/26).
Wesley estaba convencido de que la fe cristiana genuina se alimenta en un
contexto comunitario. Por ello, procuró las estructuras organizativas que apuntaban a lograrlo. Gracias a esto es que los frutos del reavivamiento metodista se conservaron y crecieron.
Ahora bien, la dimensión comunitaria de la santificación implica no sólo la
vida comunitaria entre los creyentes, sino que incluye también la relación con el resto de la sociedad, caracterizada por los actos de amor hacia los necesitados (González
1998, 113).
Para Wesley, las “reuniones de clase” no eran meramente un medio para
preservar los logros de la predicación. La prédica y el testimonio eran sólo el
preámbulo. La acción redentora tenía lugar en las “reuniones de clase” y en la vida de sus miembros.
Él aprovecha la sinergia de la comunidad para la misión
evangelizadota y de servicio, y a la vez coloca la fuerza educadora y formadora de las sociedades al servicio de la continuación de esa misión en los conversos.
Es así que una investigación realizada por Thomas Albin sobre la vida
espiritual de quinientos cincuenta y cinco de los primeros metodistas, muestra que,
conforme a su testimonio, sólo una cuarta parte de ellos experimentaron el nuevo
nacimiento en el contexto de la predicación, previo a ingresar a las sociedades
metodistas. La mayoría necesitó de la edificación comunitaria, pasando un promedio de 2,3 años de participación antes de experimentar el nuevo nacimiento. (Runyon
1995, 278.).
La práctica del discipulado es costosa y sólo podemos llevarla adelante con la
ayuda de la Gracia divina. Por ello, Wesley promovía el uso de los “medios de
gracia”. Pero, para asegurar el uso de estos medios, Wesley propulsó los grupos
pequeños como una manera de ayudarse unos a otros al compromiso.

Una vez percibida su utilidad y validez bíblica, Wesley adoptó a la “reunión
de clase” como estructura básica del metodismo.
La “reunión de clase” fue un mecanismo probado de vidas transformadas, de cambio de conducta. Resulta notable que George Whitefield, predicador contemporáneo de Wesley, no comprendió el método del padre del metodismo en las“reuniones de clase”. Eso hizo que George Whitefield confesara, cerca del final de su carrera como extraordinario predicador: “Mi hermano Wesley actuó sabiamente. Las almas que eran despertadas bajo su ministerio él las reunía en “reuniones de clase”, lo que preservó los frutos de sus labores. Esto yo lo descuidé y mi gente es una ‘soga de arena’.” (citado en Ayling 1981, 201).
José Miguez Bonino dice: “Wesley nos provee, en primer lugar, un valioso instrumento de la renovación de la Iglesia en su concepto y práctica de la “ecclesiola”,es decir, pequeños grupos voluntarios de creyentes que viven bajo la Palabra una vida de disciplina y piedad comunitaria, poniéndose en manos del Espíritu Santo para ser utilizados como levadura en la renovación del cuerpo total de la Iglesia. Wesley no descubrió, sin duda, tal cosa, pero le dio una amplitud y la utilizó en una mediada como nunca antes lo había sido en el Protestantismo”. (Miguez Bonino 2003, 79).
Wesley vincula en las “reuniones de clase” los elementos objetivos de la
tradición protestante (la Palabra, los sacramentos y el orden) y los subjetivos de la
tradición pietista (la experiencia, la santidad interior, la meditación, la oración
espontánea, la comunión fraternal, el celo evangelizador, las obras de bien).
Wesley advirtió que “la Iglesia de Inglaterra era deficiente en ofrecer la
comunión espiritual personal entre los creyentes individuales que fue marca distintivade la Iglesia desde los comienzos de su historia”. (Simon 1921, 157-158).
Por ello, de su propia experiencia en el Club Santo, las comunidades moravas
y las sociedades religiosas surgidas en Inglaterra, crea las “reuniones de clase”: ungrupo pequeño agrupado por vecindad geográfica y colocado bajo la dirección de unguía (leader), que permitía la orientación y vigilancia personal de cada miembro delas sociedades metodistas. Su finalidad era la mutua corrección y edificación.
“Aquellos a quienes el Señor envió ‘predicaron el evangelio a toda
criatura’...Pero tan pronto como algunos de éstos fueron convencidos de la verdad, para dejar el pecado y buscar la salvación del evangelio, inmediatamente losreunieron, tomaron nota de sus nombres, les encomendaron velar el uno por el otro y reunieron a estos ‘catecúmenos’ (como entonces se los llamaba) aparte de la gran congregación a fin de poder instruirlos, reprenderlos, exhortarlos y orar con ellos y por ellos, según sus diversas necesidades.” (Works VIII, 251)

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